Quiero haceros una confidencia, hace unos días estuve enferma, el dolor de cabeza y oído me paró, o quién sabe si yo no paré hasta manifestar el dolor…
Y ya sabéis que cuando el dolor comienza a estar presente, seguir el ritmo se hace imposible, así que tengo que ralentizar toda mi actividad y en función de la evolución, parar totalmente entre dos o tres días.
Ya algo más recuperada, habiendo dormido todo lo que mi estado me permitió, en la 2 de tve, cadena que me encanta por la diversidad de programas que se enfocan a las personas, personalidades, culturas, naturaleza, ética, valores, cine, arte e historia, comencé a ver un documental de Alexandra Alévéque.
Alexandra recorre ciudades y se adentra en ellas compartiendo casi siempre techo con personas, familias, que forman parte de la comunidad. A partir de ahí, vive con ellos, se calza de alguna manera sus mismos zapatos durante cierto período de tiempo, para llegar a comprender el significado de ser, estar, formar parte y habitar, en estas ciudades, países…
Y al que me quiero referir es al que se desarrolló en Aarthus, la segunda ciudad más grande de Noruega, por ser considerada la ciudad más feliz del mundo. Si podéis recuperarlo no os lo perdáis, al margen de las consideraciones de vida de cada lugar, lo que me maravilló fue una certeza compartida por todos, una base a partir de la que se asientan y proyectan todos los acontecimientos de la vida. Desde pequeños aprenden a prestarse atención y a respetarse, promueven el cuidado hacia uno mismo, y paralelamente y con el mismo interés, empatizan y atienden al otro aportando lo mejor de ellos, prestando ayuda y colaboración.
Se les veía claramente confiados, y en situaciones cotidianas, carecían de la desconfianza, el miedo, y la negatividad que acostumbramos en otras sociedades a normalizar. La vida la realizan más calmados, sonríen más, y confían los unos en los otros.
Nada es perfecto, tampoco es necesario, pero un menor egoísmo, la madurez emocional, y el gusto por la práctica sencilla de una vida plena los hacía más personas. La vida abierta al servicio florece en ellos, y la promueven desde edades muy tempranas mediante el juego, la risa y la solidaridad, un mensaje cargado de luz desde donde todos poder evolucionar.
…Por Loidi Etxarri Interiorismo…