Existen objetos o espacios que nos dictan la continuidad de nuestros momentos, a los que no podríamos renunciar, seguramente ni nos lo planteamos, y si lo hacemos, de repente surge un pinchazo en alguna parte de nuestro cuerpo que nos avisa de una unión no tangible e indisoluble. Objetos con los que hemos nacido, convivido, compartido con los demás, prestado, los hemos roto y los hemos intentado arreglar… Son una vida entera, un momento decisivo o unas miradas de cariño. Puede que los queramos por el mero hecho de existir y haber tenido el coraje de no moverse de su sitio durante tanto tiempo, o al contrario, los valoramos porque saben cómo seguirnos en nuestras aventuras, dejándose tocar, aplastar, encender y apagar.
Todos ellos tienen esa Esencia, aquello que según el DRAE “constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable de ellas”. Es esta naturaleza invisible la que nos afecciona a ellos, como una fuerza de gravedad, imanes y polos opuestos. Nos parece fantástico poder vivir con un objeto, amarlo, cuidarlo y cuando llega el momento, darnos cuenta de su importancia y sentir que no te puedes desprender de él… Posee demasiada vida, una esencia irrepetible de la que no podemos prescindir.
Así pasó en la cocina de nuestros clientes, cómo prescindir de los momentos asociados a la económica y de qué manera hacerla partícipe del cambio…
De esta manera lo interpretamos… puedes ver más en Entre tradición y vanguardia.
··· Por Loidi Etxarri Interiorismo con Soraia Aguirre ···