Ya queda menos para tomarnos unos días de descanso, por fin podremos parar a tomarnos el tiempo de otra manera, para perderlo… para saborearlo… para no controlarlo. Imagino la alegría de todas las personas que trabajamos habitualmente juntos, porque veo su sonrisa reflejada en la mía.
Lo siento ya cercano, con forma de una taza de café, sentada en una terraza sencilla y silenciosa, con forma de un buen libro o porque me dejo simplemente llevar por los recuerdos, muchos buenos recuerdos.
Estos días atrás han sido jornadas llenas de compromisos por cumplir, de agendas que organizar y de nuevos encargos que atender y cuando regresemos, de una manera sencilla volveremos enseguida a retomarlo todo. Y por eso, porque no dura demasiado el tiempo de estío, trato de alargarlo, de cultivar en lo posible un huerto que dure algo más que unos días, para repartir sus frutos dosificándolos en pequeñas dosis, que me duren algo más, para disfrutarlos también un poco cada día el resto de jornadas que me ocuparán este año.
Septiembre para mí marca el verdadero comienzo, y cada año me gusta más hacerlo sin exaltaciones, sin sentir grandes penas, ni exageradas alegrías. Me gusta verlo desde la relajante distancia que me da agosto, pero sin olvidarlo. Porque volverán a vivirse pronto penas y alegrías, se darán de nuevo aciertos pero también errores, y nos llegarán un sin fin de pruebas de las que aprender, y entre unas y otras experimentaremos la vida, la vida como es.
Pero entre el ayer y el mañana siempre estará el hoy, con un presente que llenar.
Y ahora toca vivir si es posible un presente algo más relajado, quedan por delante y por disfrutar unos días, sin casi condiciones. Y pienso en la alegría de los baños en el mar, pero no la quiero solo para unos días….pienso en los paseos tranquilos en bicicleta a la luz de una mañana luminosa, pero sé que el resto del año también viviré momentos para mi, y pienso en las noches de verano sentados escuchando el silencio, aunque también sonrío al recordar otros días cuando antes de dormir y después de un largo día de trabajo, retorno al calor del edredón, dispuesta a abandonarme al descanso que tanto necesito.
Tomates y agua fresca, mis flanes, pareos y chancletas, las siestas, los arrumacos, el placer de acostarse y saber que al día siguiente y por unos días no habrá responsabilidades ni tareas. Practicar el placer de sonreír y dar lo mejor de nosotros a quien esté a nuestro lado. Esto es lo que espero, así que me apunto, y si todo esto es posible sólo quedará agradecerlo y compartirlo.
··· Por Loidi Etxarri Interiorismo ···