Luz, días más largos, más cálidos, más colores. El cuerpo se descubre, está más libre, y los sentidos se experimentan con mayor facilidad. Sentir el agua cuando nos adentramos en el mar, oír los pájaros cuando amanece, las risas, respirar y retener aromas, los cítricos, la canela, la fruta madura.
Helado de chocolate con naranja, la lluvia inesperada, insistente y necesaria. El calor de los rayos de sol tumbados sobre la arena, tranquilos y relajados, abandonándonos al momento presente. Ver a la gente contenta, caminar, trabajar, disfrutar. Atentos a nuestro alimento, alimentarnos ligero, respirar más relajado y pausado, y promover desde el silencio pensamientos amables, pisar descalzos la hierba, la tierra, la arena, para recargarnos con ella y sentirnos pertenecer.